Contra todo pronóstico y pese al mal tiempo, Alvise Pérez ha vuelto a demostrar su capacidad de convocatoria, llenando La Muralla de Ceuta en un acto donde combinó populismo, victimismo y retórica incendiaria. Ni la contraprogramación ni las protestas diplomáticas de Marruecos lograron frenar a este político que ha convertido la confrontación en su mejor arma.
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El evento, originalmente planeado en el Puerto de Ceuta, tuvo que ser trasladado a última hora, según la fuentes consultadas, tras la presiones de Rabat, que denunció el acto como una provocación. Un giro que Pérez aprovechó a la perfección para alimentar su discurso de persecución y vendérselo a sus seguidores como una nueva prueba de que el sistema conspira contra él.
al parecer el evento intentó ser boicoteado… y solo consiguió reforzarlo
En paralelo, se convocó en el mismo horario, un evento con la asitencia del Presidente de la ciudad. Esto transmitió una sensación de miedo del establishment a la irrupción de Se Acabó la Fiesta, convirtiendo a Alvise en el protagonista de la jornada.
Alvise y los militares: una mezcla explosiva
Más preocupante aún es la presencia del coronel Pavón en el acto, un alto mando militar que, con su asistencia, abre un debate inquietante sobre la politización de las Fuerzas Armadas. Que un líder populista utilice figuras castrenses para legitimar su discurso plantea serias dudas sobre los límites que está dispuesto a cruzar.
Populismo, espectáculo y ataques a la prensa
Como es habitual, Pérez no dejó pasar la oportunidad de atacar a Marruecos, denunciar la corrupción local y arremeter contra el Gobierno de Pedro Sánchez. Pero más allá del contenido de su discurso, lo que sigue siendo alarmante es su desprecio absoluto por la prensa. Sin preguntas, sin transparencia y sin ningún tipo de filtro informativo, Alvise sigue construyendo su relato sin más control que el de su propio aparato de comunicación.
En conclusión, el acto de Ceuta ha sido un éxito indiscutible para Alvise Pérez, pero también una nueva demostración de hasta dónde está dispuesto a llegar con su estrategia de confrontación. La pregunta ya no es si podrá seguir llenando eventos, sino qué consecuencias tendrá para la política española su forma de hacer campaña.