Ceuta también le debe una estatua a sus barrenderos
Juan. A Gutierrez Torres ( trabajador de Servilmpce )
Ceuta presume y con razón de honrar a quienes la protegen. Monumentos a la Guardia Civil, a la Policía Local y a otros cuerpos recuerdan a diario su servicio a la ciudad, pero mientras miramos esas estatuas, conviene preguntarse, ¿dónde está el reconocimiento público a quienes, sin armas ni honores, sostienen la ciudad cada mañana con una escoba en la mano?
Los barrenderos de Ceuta no son un elemento decorativo del paisaje urbano, son una necesidad vital, su trabajo evita focos de infección, mantiene la dignidad de nuestros barrios y hace posible que calles y plazas no se conviertan en vertederos. Trabajan de madrugada, en festivos, bajo temperaturas extremas y después de eventos en los que muchos ensucian sin pensar que alguien tendrá que limpiar después, y sin embargo, siguen siendo invisibles.
Resulta paradójico que una ciudad que sí ha sabido levantar estatuas para reconocer la autoridad, la seguridad o la historia militar, no haya encontrado aún un espacio para homenajear a quienes garantizan algo tan básico como la higiene y la salubridad. ¿Acaso su trabajo vale menos por no llevar uniforme con galones? ¿Por no generar titulares?
Una estatua a los barrenderos de Ceuta no sería un gesto populista ni una concesión ideológica. Sería un acto de justicia, sería reconocer que no hay ciudad sin limpieza, que no hay convivencia sin respeto al trabajo ajeno y que los servicios públicos esenciales merecen visibilidad y memoria.
Este reconocimiento debería partir del Gobierno de la Ciudad Autónoma, no como una foto institucional más, sino como una decisión política valiente, una decisión que diga claramente que Ceuta no solo honra a quienes imponen el orden, «ojo» que estamos de acuerdo, pero también hay qué hacerlo a quienes sostienen el día a día con esfuerzo físico, constancia y dignidad.
Mientras no exista ese reconocimiento, la deuda seguirá ahí. Y cada calle limpia al amanecer será el recordatorio silencioso de una injusticia, que quienes más hacen por la ciudad son, demasiadas veces, los menos reconocidos.


