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sábado, julio 26, 2025
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David Álvarez, “Polaco”: de La Masía a Ceuta, un recorrido de dedicación

Hoy tenemos la oportunidad de hablar con David Álvarez, conocido como “Polaco”, un futbolista que convirtió su amor por el fútbol en su forma de vivir. Desde su formación en la reconocida Masía del FC Barcelona hasta su paso por equipos con historia, Polaco experimentó el fútbol en todas sus dimensiones: la satisfacción, el esfuerzo y la esperanza.

En Ceuta descubrió más que un club, encontró una familia y un lugar al que llamar hogar. Actualmente retirado como jugador, continúa su legado desde el banquillo del Ceuta B, transmitiendo principios y enseñanzas a los jóvenes talentos. En esta entrevista, nos acercamos al jugador, al técnico y, especialmente, a la persona detrás del apodo que en Ceuta se pronuncia con gran afecto.

Para comenzar, ¿qué significado tuvo para ti la formación en la Masía?

Fue una experiencia excepcional. No lo esperaba, ya que mis padres no estaban muy interesados en el fútbol. Desde pequeño me gustaba, jugaba en la calle, pero mi madre prefería que no estuviera todo el día fuera, así que me inscribieron en un equipo para que jugara por diversión. A los 13 años surgió la oportunidad de unirme al Barcelona. Fue increíble, me fui muy joven; recuerdo que mis padres lo vivieron con dificultad, pero yo estaba decidido. Pude adaptarme bien y esa experiencia quedó grabada para siempre.

¿Repetirías esa experiencia?

Sin duda, la repetiría muchas veces. Aunque en ese momento no era consciente de todas las facilidades y oportunidades, y de cómo me trataron. Partí siendo un niño y no entendía completamente lo que representaba. Allí no me faltó nada, estábamos en una situación privilegiada, pero hoy creo que debería haber aprovechado aún más esa etapa.

¿Qué recuerdos tienes de compartir vestuario con futbolistas como Messi, Iniesta o Thiago?

Con el tiempo comprendes que fueron vivencias únicas. Mi generación incluía a jugadores como Bartra, Thiago, Muniesa, Abu y Bojan. Con algunos, como Bojan y Jonathan Dos Santos, mantengo la relación. Aunque Messi era mayor, convivíamos en la residencia. Eran personas normales que, como yo, llegaron de lejos con la ilusión de jugar. Si bien nuestro objetivo era ser profesionales, disfrutábamos y compartimos momentos irrepetibles.

¿Cuál consideras el momento más complejo de tu carrera?

He afrontado diversas dificultades, especialmente cuando tuve que salir fuera o enfrentar descensos. Descendí con varios equipos, lo que es duro porque pones todo y a veces no se logra el objetivo. Pasé por 14 clubes en diferentes grupos de la antigua Segunda B, lejos de mi familia. También sufrí impagos que obligaron a tomar acciones legales y a cambiar de equipo a mitad de temporada. Son situaciones difíciles, pero no cambiaría ninguna porque el fútbol me aportó mucho.

¿Y el instante más significativo que te gustaría revivir?

Además de mi etapa en Barcelona, el episodio más destacado fue en Ceuta, durante el encuentro contra el Numancia. Aún estábamos en Tercera, enfrentamos a un equipo de Segunda. Marqué el gol que empató el partido 1-1, ganamos en penales y avanzamos de ronda. Fue especial por la situación personal y la alegría de volver a disfrutar del fútbol en Ceuta. Un recuerdo imborrable.

¿Cuándo decidiste dar el salto a entrenador?

Siempre tuve claro que quería ser entrenador. Como mediocentro, ya tenía la perspectiva de analizar el juego, gestionar el grupo y liderar. En Ceuta encontré mi hogar. Podría haber seguido jugando, aportaba en el vestuario aunque menos en el campo. Fui honesto con el club y recibí la misma sinceridad. La oportunidad llegó sin solicitarla y ahora es momento de aprovecharla y disfrutarla.

¿Qué entrenadores influyeron más en ti como jugador?

Tuve la fortuna de entrenar con grandes técnicos como Luis Enrique, García Pimienta y, en algunas ocasiones, Guardiola. Pero quien más me marcó fue Yosu Uribe, con quien trabajé en Grecia y en otros clubes. Siempre me apoyó. También José Juan Romero tuvo un papel fundamental: me dio confianza y me permitió mostrar mi mejor versión, especialmente durante la temporada del COVID y el encuentro contra el Numancia. Con él volví a disfrutar del fútbol gracias a un enfoque competitivo y ofensivo.

¿Qué estilo de juego buscas para tu equipo?

Principalmente, quiero que el filial refleje el estilo del primer equipo. Prefiero un juego valiente, con personalidad y un ADN definido. En el equipo B debemos ser protagonistas con el balón, presionar, recuperar rápido y atacar. Me gusta que el fútbol sea atractivo; prefiero un marcador de 5-4 antes que un 1-0 cerrado.

¿Cómo abordas la motivación y la gestión de presión en jugadores jóvenes que aspiran al primer equipo?

He estado en cinco filiales y comprendo su importancia. La motivación es clara: la posibilidad de profesionalizarse está cerca. Estamos para apoyarles. Siempre les digo que el mayor premio sería que al comenzar la temporada el filial desapareciera porque todos sus jugadores ascendieron. Cada uno tiene su tiempo, pero deben esforzarse para ser los mejores y merecer esa oportunidad, como hicieron Iván Breñé, Taufek, Sufian, Víctor Corral y Jacobo, quienes ascendieron tras destacarse en el filial.

¿Qué valores deseas inculcar en los jugadores del Ceuta B?

Quiero que se consideren una familia. Aunque compiten entre ellos, dependen unos de otros, del entrenador y del cuerpo técnico. El compañerismo es esencial. Mis mejores momentos como jugador fueron con grupos humanos unidos, humildes, trabajadores y ambiciosos. Ahí rendí mejor. El ego es el principal obstáculo. Aquí todos somos iguales y tienen las mismas oportunidades. Lo primordial es formar un equipo cohesionado.

Si pudieras regresar para jugar un partido, ¿cuál sería?

Más que un partido concreto, volvería para aprovechar mejor las oportunidades perdidas en ascensos. Como niño no era consciente, aunque mi familia me aconsejaba. Prefiero valorar el día a día más que un encuentro en particular. El tiempo pasa rápido; parece que fue ayer cuando jugaba en Barcelona o en Jerez. Por eso hay que disfrutar cada instante.

¿Qué representa Ceuta para ti más allá del fútbol?

Para mí Ceuta lo es todo. Antes de llegar aquí estuve en 15 equipos y ciudades. Algunas experiencias fueron difíciles. Al llegar aquí encontré mi sitio. Soy feliz, tengo a mi familia y siento esta tierra como propia. Llegué durante una etapa complicada para el club y desde entonces siento que esto me pertenece. Sufro y disfruto según la situación. La cercanía de la gente y su reconocimiento es lo más valioso. Ceuta me dio mucho en lo personal y deportivo; por eso elegí quedarme.

Finalmente, si tuvieras que definir tu carrera con una palabra, ¿cuál sería y por qué?

No puedo resumirla en una sola palabra, aunque podría pedirte una a ti. Lo que sí afirmo es que siempre entregué todo. El fútbol me ofreció lo que debía, tuve chances de profesionalizarme que por factores externos no se concretaron. Mentalmente estaba para Primera División, pero físicamente quizás para Tercera, lo que me llevó a Segunda B y Tercera. Aun así, di siempre lo mejor de mí.

Con esta conversación descubrimos que detrás del apodo “Polaco” hay más que un futbolista: un niño que salió de Jerez con sueños, un joven que aprendió de los mejores en La Masía y un hombre que halló en Ceuta un lugar para echar raíces y retribuir lo que el fútbol le brindó.

Hoy, Polaco continúa entregándose, pero desde otro rol, procurando que sus jugadores aprovechen cada instante y consejo, tal como él hubiese deseado. Porque, como nos ha demostrado, lo verdaderamente importante no es solo alcanzar el objetivo, sino saber que se dio todo.

Y en Ceuta, su hogar, Polaco sigue dejando su marca, formando personas y transmitiendo valores como el esfuerzo, la humildad y el sentido de familia a quienes sueñan con llegar tan lejos o más de lo que él logró.

Quizás esa palabra que caracteriza su trayectoria sea ‘entrega’, ya que nos recuerda que los sueños se construyen día a día con esfuerzo, dedicación y pasión. Y que, en definitiva, el mejor gol es sentirse en casa.

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