En un lapso de apenas dos años, Aliança Catalana ha pasado de contar con unos cincuenta afiliados a consolidar un núcleo de 1.400 militantes, un avance que ha generado preocupación en el panorama político de Cataluña.
Su propuesta, con un discurso claramente islamófobo y enfocado en la identidad, ha obtenido resonancia principalmente en zonas rurales, donde el partido ha ampliado su apoyo y competido con áreas que tradicionalmente representaban el respaldo de Junts per Catalunya.
Esta táctica se asemeja a la adoptada por Vox en España, que logró minar parte del electorado del Partido Popular en regiones periféricas antes de irrumpir en las instituciones nacionales. En Cataluña, Aliança Catalana ha capitalizado el descontento de sectores de la población respecto a la gestión política reciente, presentándose como la alternativa “verdadera” al independentismo liderado por Carles Puigdemont, a quien reprochan haber diluido su proyecto mediante pactos y concesiones.
El motor principal de su rápida expansión es un trabajo cercano en comarcas pequeñas, donde el contacto directo con los habitantes y mensajes claros pero firmes han resultado eficaces. Además, un uso estratégico de las redes sociales les ha permitido amplificar su mensaje y atraer a un público joven y desencantado con las formaciones políticas convencionales.
Este escenario representa un reto considerable para Junts y el resto de fuerzas independentistas. La consolidación de Aliança Catalana en áreas rurales podría fragmentar todavía más el voto soberanista y reducir su influencia en las instituciones. Analistas advierten que, sin una respuesta conjunta, el crecimiento de esta formación podría replicar el impacto inicial que tuvo la ultraderecha en el sistema político español, cuyo alcance fue subestimado en sus comienzos.