Para 2025, en España se percibe que muchos ámbitos no funcionan como se espera. Desde decisiones cuestionables en la esfera política hasta deficiencias en servicios públicos, la sensación de ineficacia está muy presente. Algunos episodios recientes, como los pactos de Leire Díez en Correos, la supuesta influencia del hermano de Pedro Sánchez en Extremadura o las fallas en los dispositivos de seguimiento a agresores, han intensificado un sentimiento colectivo de descontento. Incluso en el sector cultural y deportivo se han dado noticias que alimentan esta impresión, como la controversia familiar de Luis Rubiales en la presentación de una obra literaria.
Especialistas indican que este desencanto no es únicamente un asunto de percepción. Álvaro Santana Acuña, profesor de Sociología del Big Data en Whitman College (Washington), apunta que la saturación informativa y la constante exposición a redes sociales incrementan la sensación de vivir en un contexto límite. Según Byung-Chul Han, esta situación corresponde a una “era del agotamiento crónico”, un fenómeno que altera la percepción del tiempo y reduce la paciencia frente a la burocracia y los servicios públicos.
No obstante, existen datos concretos que respaldan ciertas críticas: el IMD World Competitiveness Center sitúa a España en posiciones bajas en eficiencia gubernamental (56 de 69), política fiscal (62 de 69) y financiación pública (58 de 69). En competitividad global, ocupa un lugar algo más favorable (39 de 69). Arturo Bris, presidente del IMD, señala que la ausencia de una estrategia a largo plazo y la polarización política son factores clave.
Por otro lado, esta cuestión podría no estar relacionada exclusivamente con la administración o la política. Eugenia Afinoguénova, experta en estudios culturales españoles, señala que la improvisación forma parte del imaginario colectivo y la idiosincrasia del país. Desde el cine hasta la literatura, el concepto de fracaso y la falta de planificación parecen integrados en la narrativa española, reforzando la idea de que la perfección no es habitual.
El descontento también tiene una dimensión social. Según el CIS, el 67% de los españoles percibe que los problemas superan las oportunidades; el 63,7% manifiesta temor ante la inseguridad; y un 76% se muestra preocupado por posibles conflictos bélicos. La ausencia de consensos y una cultura de dependencia estatal, señala Bris, también contribuyen a esta percepción.
Sin embargo, algunos especialistas identifican un aspecto positivo en esta circunstancia. Javier Gomá, filósofo, sostiene que la improvisación puede garantizar, de forma paradójica, la libertad individual: “El mundo es imperfecto y lo manejan personas imperfectas; es improbable que quienes detentan el poder logren un acuerdo total. La improvisación asegura la libertad”.
Entre la ineficiencia percibida y las evidencias de fallos reales, España parece estar en un ciclo donde la improvisación se transforma tanto en un síntoma de frustración como en un reflejo de su historia cultural. El desafío consiste en distinguir lo que es impresión de lo que es realidad, y en generar espacios donde el talento pueda desarrollarse más allá del ruido de la improvisación cotidiana.


