La reciente entrevista de Jordi Évole a Gabriel Rufián en Lo de Évole ha dado mucho de qué hablar. No solo por el contenido político del encuentro, sino por la intensidad y las reflexiones que marcaron la conversación. Tanto fue el material generado que el programa tuvo que dividirse en dos entregas, dejando claro que la evolución del portavoz de Esquerra Republicana en el Congreso no es un tema menor.
Desde el inicio, Évole planteó la charla con una introducción cargada de metáforas animales. Comparó a Rufián con especies que desafían lo imposible, como salmones que nadan contracorriente o cabras que desafían la gravedad. Un paralelismo que sirvió para describir el carácter político del catalán, un hombre que, según sus propias palabras, necesita vivir en la batalla constante para encontrar su motivación.
De enemigos a interlocutores
Uno de los momentos más reveladores de la entrevista fue cuando ambos reconocieron que hubo un tiempo en el que no se soportaban. Rufián confesó que las críticas de Évole le dolieron especialmente porque lo consideraba “de los suyos”. “A veces tenías razón y eso te pone en un espejo muy feo”, admitió el diputado, quien aseguró que ha aprendido a no generar rechazo, sino a seducir con su discurso.
Sin embargo, la imagen de un Rufián provocador y agresivo sigue persiguiéndolo. En la entrevista, reconoció que, en sus inicios en el Congreso, su objetivo era captar atención a cualquier precio. Asumió que su ego ha sido un motor en su carrera política: “Tengo el ego de un camión”, dijo sin tapujos. No obstante, también se mostró reflexivo sobre su pasado: “Me creía la hostia y era un idiota”.
La transformación de un político
Rufián también habló sobre su origen, la política en su ADN y cómo creció con un sentimiento de odio hacia un sistema que, según él, quitó oportunidades a una generación entera. Hijo de padres comunistas y trabajadores, su infancia estuvo marcada por las injusticias y el deseo de cambio. Sin embargo, confesó que ha aprendido que la lucha no se gana con confrontación, sino con estrategia y diálogo.
Hizo autocrítica sobre el independentismo y el papel de ERC en los últimos años. Reconoció errores en la manera de comunicar el mensaje y admitió que su partido no supo seducir a una parte clave de la sociedad catalana. “No entendimos que no éramos suficientes y que no se hace vía palos, sino vía seducción”, dijo.
Una batalla interna
A pesar de su evolución, Rufián reconoció que sigue necesitando la confrontación como parte de su ADN político. Comparó la política con la ley de la selva y reveló cómo incluso en su etapa trabajando en El Corte Inglés tuvo que sobrevivir en un entorno hostil. Contó una anécdota en la que, ya como diputado, volvió a su antigua tienda para enfrentar a su exjefa con la frase: “Ahora, ¿quién es el cero a la izquierda?”.
En la segunda parte de la entrevista, el tono fue más político. Rufián aseguró que ha cambiado su forma de hacer política, apostando por el consenso y alejándose del histrionismo. Sin embargo, admitió que el conflicto sigue siendo un factor clave en su desempeño: “En política no hay nada que no se haya conseguido sin conflicto”, afirmó.
Finalmente, Évole le preguntó sobre el futuro del independentismo, a lo que Rufián respondió con una crítica interna: “Repartimos carnets de pureza y yo he participado en eso. Me avergüenzo”. Una frase que resume el tono de toda la entrevista: la de un político que ha evolucionado, pero que sigue debatiéndose entre su pasado y su presente, entre la confrontación y la seducción, entre la ley de la selva y la política de la negociación.
