Con casi mil años de historia, el Castillo de Windsor acogió este miércoles una cena de Estado poco habitual, en la que se reunieron los reyes británicos, el presidente estadounidense Donald Trump y destacados representantes de las finanzas y la tecnología a nivel mundial.
Trump, fiel a su estilo, captó la atención al declarar que “el Reino Unido y Estados Unidos son dos notas del mismo acorde”, un gesto inusual de cercanía hacia otro país para quien ha promovido el lema América primero.
Durante el evento, se sirvieron platos como panna cotta con berros, rodaballo y pollo, acompañados de bebidas exclusivas con valor histórico: un oporto de 1945, en honor al año de nacimiento de Trump; un champán de 1912, fecha en que nació su madre; y un whisky de 2002, que conmemoraba las bodas de oro de Isabel II.
A la mesa asistieron prominentes líderes de Silicon Valley y Wall Street, entre ellos Jensen Huang (Nvidia), Satya Nadella (Microsoft), Tim Cook (Apple), Sam Altman (OpenAI) y Safra Katz (Oracle). Las empresas que representaron superaban ampliamente el valor de las cien mayores cotizadas de la Bolsa de Londres. También estuvieron presentes habituales colaboradores de Trump en los ámbitos financiero y mediático, como Steven Schwarzman (Blackstone) y Rupert Murdoch.
El encuentro tuvo un claro trasfondo político. El primer ministro británico, Keir Starmer, intentó reforzar la confianza de grandes corporaciones en el Reino Unido, al tiempo que buscó consolidar la cooperación con Washington en áreas clave como defensa, comercio y tecnología. Carlos III, en su intervención, destacó el reciente acuerdo comercial bilateral y la relevancia del pacto de defensa AUKUS, al tiempo que hizo un gesto hacia el presidente estadounidense al mencionar sus campos de golf ubicados en el Reino Unido.
El contraste con la última cena similar en Windsor, durante la visita de Barack Obama en 2011, fue notable: en lugar de figuras de Hollywood como Tom Hanks o Helena Bonham Carter, en esta ocasión los protagonistas fueron líderes en inteligencia artificial, finanzas e industria tecnológica.
En resumen, la velada en Windsor no solo reforzó la sintonía entre Trump y la monarquía británica, sino que mostró la influencia creciente en la intersección de política, negocios y realeza.