José Luis Pérez Viruel ha estado vinculado al fútbol en Ceuta durante casi treinta años, siendo mucho más que un simple nombre. Tras cada viaje, billete de barco y pasillo en el vestuario, se encuentra un hombre que ha dedicado su vida completamente a un escudo que lleva grabado en su corazón.
Son pocos quienes conocen sus pensamientos cuando se apagan las luces, lo que le pide a la Virgen de África en momentos difíciles o si aún conserva algún sueño después de tantos kilómetros recorridos. Hoy, nos sentamos con él para ir más allá de la banda, el Murube y las ruedas de prensa, para descubrir al hombre que, sin importar lo que suceda, siempre regresa a casa con la maleta cargada de historias.
Hoy entrevistamos a José Luis Pérez Viruel, delegado de campo de la AD Ceuta FC.
¿Qué es lo primero que hace al llegar a casa tras un partido complicado?
Normalmente, comienzo a repasar lo que ha ocurrido y lo que podría haber ocurrido. Los nervios tardan en desaparecer, y si llego de noche, por ejemplo a la una de la madrugada, hasta que logro dormirme pueden ser las tres o las cuatro.
¿Cómo ha manejado esa situación durante casi tres décadas?
Es difícil, pero uno se acostumbra. No es igual que al principio. La experiencia ayuda y comprendes que el fútbol funciona así. Siempre digo que de cada diez momentos, ocho son decepciones y dos alegrías, pero esas alegrías compensan las decepciones. Ese es mi criterio. Con el paso del tiempo he entendido muchas cosas que antes no aceptaba, y ahora sé que no vale la pena darles demasiadas vueltas.
Es complicado. Cuando no aparece un problema, surge otro. Ni en verano ni en vacaciones desconecto completamente.
¿Tiene alguna afición o pasión que no sea conocida?
Aparte del fútbol, mi otra gran pasión es la Semana Santa. Es mi segunda afición. Estoy reconocido por el Consejo de Hermandades como Cofrade Ejemplar y cuento con varios reconocimientos, incluyendo el Escudo de Oro de la Hermandad de África. Nuestro presidente Luhay suele decir que soy el Messi de la Semana Santa.

¿Cómo es para usted un domingo ideal cuando no hay partido?
Es muy complicado, casi aburrido. No concibo un domingo sin fútbol. Si no veo un partido de una liga, veo otro. Los veranos son especialmente difíciles.
¿Qué papel tiene su familia en este camino? ¿Qué agradece de ellos tras tantos viajes y ausencias?
Estoy muy agradecido a mi mujer. Son muchos años de fines de semana separados. Me pierdo cumpleaños y eventos importantes. Por ejemplo, este 15 de agosto jugamos en Valladolid y coincide con nuestro aniversario de boda, 51 años juntos, y no podré estar con ella.
Mirando hacia atrás, ¿qué sacrificios personales le ha supuesto su dedicación al Ceuta?
Muchos. Recuerdo haber llegado a Algeciras a las tres de la mañana, dirigido al hotel, y que a las cinco me llamaran de recepción para tomar un taxi hacia el barco de las seis y luego ir a trabajar con las maletas, después de haber dormido solo media hora. Eso durante años. Siempre pensaba: «El próximo viaje no voy». Pero llegaba el martes o miércoles y se me olvidaba.
¿Cuál es la anécdota más divertida que ha vivido en un viaje?
Los ascensos son los momentos que recuerdo con más intensidad. Además, siempre sucede algo diferente. Este año, por ejemplo, llegamos a Algeciras y el conductor nos informó que no podíamos salir porque una rueda estaba pinchada. No sabía que los autobuses no llevan rueda de repuesto. Tuvimos que esperar a que una empresa la reparase y finalmente hicimos trasbordo en Marbella. Fue un caos. Cuantos más viajes, más opciones hay de que ocurra algo así.

¿Hay algún partido o viaje que guarde con especial cariño?
El partido en Ferrol. Teníamos que ganar para ascender a Segunda División. En el descanso hubo controversia con el arbitraje. El periodista José María García afirmó: “Le han robado el partido al Ceuta”. Fue un robo evidente. Ese encuentro siempre lo recuerdo.
¿Qué enseñanzas le ha dejado el fútbol?
Las amistades. Gracias al fútbol tengo muy buenos amigos. Aunque durante 90 minutos de partido la conversación con el delegado del equipo contrario dura unos 15 minutos, siempre hay personas que te felicitan en tu santo o en Navidad. Eso es lo valioso. Se lo digo a Edu: lo mejor de esto es la amistad.
¿Ha considerado alguna vez dejarlo todo?
Sí, cada año. Desde hace 30 años digo: “El próximo año lo dejo”. Pero luego se me pasa y espero con ganas que comience otra temporada.
Volviendo a la Semana Santa, ¿cómo la vive en la intimidad?
Recuerdo un pregón de un catedrático de la Universidad de Granada que dijo que en la Semana Santa coexisten la afición y la devoción, que son cosas diferentes. Te aseguro que la mayoría de quienes participan debajo de los pasos son aficionados, no necesariamente devotos. Muchos durante el año ni recuerdan el nombre de quien va arriba.
¿Qué le pide a la Virgen de África en sus momentos de vulnerabilidad?
Muchas cosas, y afortunadamente me ha concedido varias de ellas. Lo afirmo con convicción.
¿Cuál ha sido el momento más complicado de su carrera y cómo logró mantenerse?
Recuerdo momentos difíciles, pero no especialmente duros. Tal vez sea por mi forma de ser, que me permite enfrentarlos de otra manera.
¿Qué consejo le daría al José Luis que comenzó en 1996?
¡Vaya sorpresa! No ha pasado nada de agua… Empecé gracias a Don Luis Márquez, un buen amigo que ya falleció. Viajamos mucho juntos y siempre compartíamos cama, sin discutir. Estoy satisfecho, no me arrepiento de nada. Todos los que me conocen saben cómo soy: me ofrezco para todo y hago lo que puedo.

¿Qué le gustaría que recordaran de usted cuando ya no esté en el banquillo?
Mi personalidad. Realizo el trabajo que no se ve, en silencio. Eso sucede también en la Semana Santa. Inventé un método para montar la cera de los pasos en la mitad del tiempo habitual. La última vez batimos un récord: comenzamos a las 10 y a las 12:30 habíamos terminado.
Si pudiera cambiar algo de este camino, ¿qué sería?
Nada. Estoy orgulloso. No cambiaría ni me arrepiento de nada.
¿Le queda algo por alcanzar en el fútbol?
No. Mi sueño era ver al Ceuta en Segunda División, y se ha cumplido. Estoy satisfecho con mi vida, mi familia y siempre agradecido a la Virgen de África, que ocupa el primer lugar en mi gratitud.

Después de casi treinta años de viajes continuos, noches sin descanso y domingos que solo tienen sentido con un balón de por medio, José Luis Pérez Viruel sigue demostrando que el fútbol no solo se vive en el césped. Se trata de cada sacrificio silencioso, cada vela encendida a la Virgen de África y cada regreso a casa con la maleta llena de recuerdos. Mientras haya un partido por jugar, Pérez Viruel estará dispuesto a empezar de nuevo.