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La financiación de los partidos políticos en Ceuta

Desde la restauración de la democracia en España, el siglo pasado, han sido muchas y muy diversas las citas electorales, momentos álgidos en los que las maquinarias de los partidos se ponen a funcionar a todo trapo.

En Ceuta, desde las primeras elecciones democráticas tras la muerte de Franco, el 15 de junio de 1977, todos los partidos —ya sean de ámbito nacional o localistas— se han financiado de forma parecida: bien mediante préstamos bancarios, bien con aportaciones de sus afiliados o simpatizantes, bien pidiendo ayuda a algunos empresarios locales.

Era curioso cómo se cruzaban en algunos pasillos o escaleras de determinadas zonas nobles de algunas empresas locales los recaudadores de partidos de muy distinto signo. Mientras unos salían de “pasar el cepillo”, otros hacían su entrada. No se decían nada, sólo se miraban y sonreían.

En el caso de las elecciones generales, el apoyo de las direcciones centrales de los partidos nacionales era más acusado: cartelería, merchandising, etc. Sin embargo, en el caso de las elecciones locales o municipales, el panorama cambiaba mucho. Las candidaturas nacionales seguían recibiendo algún apoyo de sus sedes centrales, aunque debían completar la financiación con aportaciones propias.

Por el contrario, las candidaturas localistas debían financiarse íntegramente por medios propios, lo que hacía que algunas recurrieran a la entonces Caja Ceuta —donde el poder municipal tenía mucha mano— o bien a algunos empresarios que apostaban por determinados candidatos con la esperanza de que tuvieran buenos resultados y pudieran devolverles la inversión realizada. En los primeros años, 1979 y 1981, las dádivas no fueron muy importantes.

Pero con el paso de los años y tras varias elecciones, la financiación local cambió bastante, ya que, desde el poder, algunos partidos encontraron otras formas más productivas de financiar sus costosas campañas. Algunas grandes obras y determinados constructores, promotores o empresas de limpieza viaria hicieron de su capa un sayo y aumentaron sensiblemente sus apuestas hacia determinadas opciones políticas que, si gobernaban tras las elecciones, podrían devolverles muy ampliamente el capital invertido.

Seguro que está en la mente de todos —especialmente de quienes tienen más de cincuenta años— episodios tan sonados como las obras del Campus, la operación de Ybarrola, el freno a la llegada de Continente o las idas y venidas de determinados individuos que representaban a empresas de limpieza muy interesadas en conseguir el contrato millonario de recogida de basuras de Ceuta. En esos años fluían con gran generosidad los millones hacia unas y otras opciones, porque no había, ni mucho menos, los controles tan estrictos y el cruce de información que existen hoy.

Todavía se escuchan algunos chascarrillos entre viejos periodistas que ya escribían en los años 80, 90 y en el cambio de milenio, sobre peripecias vividas con motivo de determinadas elecciones, candidaturas e incluso plenos de la corporación municipal.

Estamos convencidos de que más de uno en nuestra ciudad conserva un archivo curioso de movidas de financiación, del papel desempeñado por determinados personajes que conocen muy bien los entresijos de cómo se pagaban los grandes dispendios de costosas campañas y, lo que es más importante, cómo se devolvieron los favores recibidos.

No cabe duda de que, en aquellos años, no sólo había algunas cajas B, sino que también había cajas C y cajas D.

No es descartable que, de cara a las próximas citas electorales, salgan a la luz curiosidades informativas que podrían retratar muy bien a determinados candidatos y a algunas candidaturas.

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