Hoy quiero rendir un sentido homenaje a una persona que marcó mi vida tanto en lo personal como en lo deportivo: Mohamed Amar Ayad.
Con él aprendí mucho más que fútbol. Supo confiar en mí desde el primer momento, me dio la oportunidad de crecer y de creer en mis propias capacidades. Fue él quien me puso de delegado de un equipo de categoría nacional, nada más y nada menos que en la División de Honor Juvenil, con tan solo 18 años. Un gesto que nunca olvidaré, porque significó el inicio de un camino lleno de experiencias y aprendizajes que hoy forman parte de lo que soy.

Gracias a esa confianza, vivimos juntos algunos de los momentos más importantes de la historia del Goyu-Ryu. Con él al frente fuimos campeones de la División de Honor Juvenil, participamos en numerosos Campeonatos de España y vimos pasar por sus equipos a jugadores que llegaron a vestir la camiseta de la selección nacional e incluso a triunfar en el fútbol internacional. Todo ello demuestra la grandeza del proyecto que él impulsó con esfuerzo, pasión y visión.
Juntos compartimos ilusiones y también dificultades, especialmente desde aquella temporada 1999/2000, cuando empezó un viaje que nos permitió conocer a tanta gente del mundo del fútbol y, sobre todo, crecer como personas. Mohamed siempre estaba ahí, con su ejemplo de compromiso, entrega y amor por este deporte.
Hoy, al recordarlo, no solo pienso en el presidente, el entrenador o el dirigente que fue, sino en la persona cercana, generosa y humana que supo dejar huella en todos los que tuvimos la suerte de compartir parte de nuestra vida con él.
Gracias, Mohamed, por enseñarme todo lo que hoy sé, por confiar en mí y por haber sido un referente para tantos. Tu legado permanecerá vivo en cada recuerdo, en cada victoria y en cada jugador que pasó por tus manos.
Descansa en paz, maestro y amigo.