En plena madrugada, un vehículo todoterreno se desplaza sin luces por caminos llenos de zanjas antitanque y alambradas. Fox, comandante de 33 años de la 65 Brigada Mecanizada ucraniana, guía a su equipo hacia un búnker subterráneo donde se desarrolla una batalla poco visible pero crucial: la lucha entre drones.
“Empezamos a operar a finales del año pasado. Fuimos aprendiendo sobre la marcha y nos llevó dos meses derribar nuestro primer dron”, relata Fox. Su unidad se especializa en interceptar los UAS rusos, principalmente los Molniya, que se utilizan masivamente en el frente de Zaporiyia. En las últimas dos semanas, aseguran haber derribado 15 drones enemigos.
El búnker del equipo es una instalación básica con literas debajo de las cuales se guardan drones listos para ser lanzados en segundos. Cuatro iPads y un ordenador identifican los triángulos blancos de los aviones no tripulados rusos que ingresan en su área, mientras la coordinación con unidades de reconocimiento confirma las amenazas.
Anteriormente, el ejército ucraniano se enfocaba en derribar cazabombarderos con misiles Stinger. Actualmente, la guerra se libra con estos aparatos voladores: pequeños, económicos y efectivos. Los Molniya y otros modelos rusos como el Privit o el Geranio incluso se están equipando con cámaras, repetidores y misiles antiaéreos, incrementando sus capacidades ofensivas.
En Donetsk, otra unidad bajo el mando de Dex enfrenta drones más grandes como los Shahid. Los interceptores ucranianos, que incluyen los Sting y el más reciente Octopus, fabricados en parte con impresoras 3D, han derribado más de mil drones rusos que alcanzan velocidades de hasta 315 km/h. Sin embargo, el reto logístico sigue siendo grande: por cada dron enemigo, Ucrania tiene que usar tres interceptores, y todavía no alcanza a producirlos en las cantidades necesarias para cubrir todas las amenazas.
El Ministerio de Defensa ucraniano planea fabricar 20 millones de drones el próximo año, lo que refleja la importancia central de estos dispositivos en el conflicto. Mientras tanto, los pilotos de Rubicon, trasladados por Rusia a Zaporiyia, muestran creciente destreza, consolidando la guerra de drones como un nuevo y complejo frente en la estrategia militar del país.
“Tenemos que administrar su uso con cuidado porque también enfrentamos escasez de drones”, concluye Dex, sintetizando la paradoja de esta confrontación tecnológica: el adversario lanza miles de aparatos diariamente, mientras Ucrania busca defenderse con recursos limitados, convirtiendo el espacio aéreo en un campo de batalla invisible y peligroso.


