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jueves, julio 24, 2025
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Vicepresidencia no grata: la transformación política de Fátima Hamed

Por Juan Sergio Redondo Pacheco – VOX Ceuta

Cuatro años después de que Fátima Hamed y el Movimiento por la Dignidad y la Ciudadanía (MDyC) promovieran la declaración de Santiago Abascal como persona non grata en Ceuta —una medida simbólica y mediática que resultó ineficaz—, la actual realidad política asociada a su nombre muestra una contradicción significativa respecto a aquel episodio. Lo que antes se percibía como una defensa vehemente y escénica de los valores democráticos y la convivencia, ha evolucionado hacia un discurso que intenta ocultar un hecho evidente: la progresiva incorporación de Hamed al entramado de poder liderado por el Partido Popular de Juan Vivas.

Resulta paradójico que alguien que anteriormente declaraba que «la ultraderecha debe ser combatida» forme ahora parte —de hecho— del mismo mecanismo institucional que permitió la llegada al poder de esa “derecha” a la que en su día calificaba de islamófoba y racista.

Con su cargo de vicepresidenta segunda de la Asamblea y un salario superior a los 80.000 euros anuales, Hamed se ha distanciado de la imagen de mujer contestataria y desafiante que la situó como una figura disruptiva en la política local. Actualmente, en vez de ejercer oposición, actúa como soporte parlamentario del Gobierno que, hace pocos años, acusaba de complicidad en discursos excluyentes.

El MDyC ha utilizado la conmemoración de aquella declaración contra Abascal para intentar recuperar legitimidad ante un electorado desconcertado por el cambio de actitud de su lideresa. La retórica anti-VOX, un recurso ya muy repetido, ya no puede ocultar que ha existido una rendición clara. Mientras en público combate a la “ultraderecha”, en la práctica firma acuerdos, recibe cargos y fortalece relaciones con los mismos actores a los que antes criticaba duramente.

El enfoque táctico ambiguo de Fátima Hamed, lejos de ser una muestra de valentía política, evidencia un oportunismo deliberado: ha optado por integrarse en el sistema con el objetivo de obtener beneficios institucionales en lugar de confrontarlo desde afuera. Todo ello mientras mantiene un discurso de resistencia cada vez menos convincente para su base.

Además, ese relato ha perdido fuerza. La reciente actividad de grupos radicales pro-marroquíes, que ha coincidido con esta evolución política, permite reinterpretar algunas advertencias que en su momento fueron desestimadas como alarmistas. La situación es compleja y ya no es válido dividirla en buenos y malos. Mientras se acusaba a VOX de polarizar Ceuta, otros actores operaban de forma encubierta para minar la ciudad, actuando en favor de intereses marroquíes.

En definitiva, Fátima Hamed ha terminado por convertirse en parte del sistema institucional que pretendía enfrentar, perdiendo la credibilidad como una alternativa sólida. Ceuta no necesita más gestos simbólicos ni una memoria selectiva, y menos aún figuras que se han beneficiado por conveniencia tan pronto han tenido la oportunidad.

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