Las recientes elecciones autonómicas en Extremadura han significado un cambio significativo en el panorama político de la región, con Vox emergiendo como el partido que ha duplicado tanto sus votos como sus escaños.
Este crecimiento se produce en un contexto de caída histórica del PSOE, que ha sufrido un fuerte descenso en sus resultados, y un Partido Popular que no ha conseguido avanzar. María Guardiola, presidenta regional, aspiraba a asegurar una mayoría absoluta que finalmente no logró.
Los comicios reflejan un giro hacia posiciones de derecha en el electorado extremeño. La suma del Partido Popular y Vox supera ampliamente el 60% de los sufragios, algo poco habitual en una comunidad que tradicionalmente ha estado dominada por la izquierda.
El PSOE experimenta un descenso sin precedentes, obteniendo solo el 25% de los votos y perdiendo 10 escaños. Esta caída evidencia tanto el descontento con la dirección actual del partido como una crisis de confianza, pese a haber contado con mayorías históricas anteriormente.
Una de las particularidades es el avance de Vox en zonas rurales, donde ha incrementado su apoyo incluso en localidades pequeñas que anteriormente daban su respaldo al PSOE.
Aunque la participación fue baja, situándose en un 62,7%, la más baja registrada en elecciones autonómicas en Extremadura, se observó una clara polarización ideológica con una mayor presencia de partidos situados en los extremos del espectro político.
Por su parte, el Partido Popular ha mantenido su apoyo principalmente en áreas urbanas, donde el electorado suele contar con niveles formativos superiores, aunque no ha alcanzado la mayoría absoluta que perseguía. Esta situación podría aumentar la dependencia de acuerdos con Vox para gobernar.
Un resultado destacado es el de Unidas por Extremadura, que ha logrado consolidarse como una opción alternativa dentro del espectro de la izquierda, superando las expectativas anteriores para partidos de esa orientación.


